La lucha por la superación de la explotación no sólo sigue vigente, sino que se vuelve profundamente necesaria en función de las distintas formas que adopta la opresión en nuestros días. La clase obrera sigue luchando, por más que muchos hayan decretado su desaparición, y en el curso de esa lucha reconoce y se piensa a si misma en el marco de las determinaciones que la constituyen en sujeto histórico portador de nuevas relaciones sociales. El marxismo es producto de esa lucha, de esa praxis – en tanto pensamiento y acción- que transforma la realidad a la vez que se transforma a si misma como herramienta.