La Constituyente como chance para reabrir la iniciativa popular
La decisión del gobierno venezolano de llamar a una Constituyente en Venezuela concentra en sí buena parte de las contradicciones sociales de nuestro tiempo. Para quienes tenemos un horizonte de emancipación en todo rincón del mundo, el proceso venezolano es sin duda central. La lucha de clases se desarrolla bajo tierra siempre, pero la lucha emancipadora debe emerger a la superficie si quiere triunfar. La factibilidad de ese triunfo depende de las hondas raíces construidas en un largo proceso de formación de poder previo, si bien se resuelve en el enfrentamiento de las horas decisivas.
La crisis de la globalización capitalista neoliberal mundial, que dio un salto en el 2008, sigue irresuelta, en el marco de sostenidos choques interimperialistas y la construcción de una contrahegemonía anticapitalista de tipo ecosocialista, antirracista y feminista que no termina de emerger.
En Venezuela, como en el resto del mundo hoy - con excepción, en alguna medida, del kurdistán sirio - no hay conformada una fuerza social revolucionaria dirigida por lxs trabajadorxs en el centro de la disputa.
La Constituyente que se votará este domingo 30 de julio, es una iniciativa unilateral del gobierno, acción que le permite al mismo salir de la defensiva meramente represiva en la que se encontraba, para retomar cierta iniciativa en el enfrentamiento con el bloque proimperialista yanqui.
El chavismo en el gobierno expresa una fuerza social en la que es clave un compromiso entre dos sectores: a) el sector que predomina, formado por una boliburguesía de base militar, que viene realizando una acumulación enorme de capital y poder político, con métodos burocráticos y corruptos, lo que le viene dando un merecido desprestigio popular y b) sectores militantes imbuídos y permeados por un ciclo largo de unos treinta años de dura lucha de clases en aquel país, vinculados orgánicamente a amplios sectores populares.
Al chavismo lo enfrenta violentamente una fuerza social dirigida por el imperialismo yanqui, en la que participan activamente la burguesía tradicional venezolana junto a capas mayoritarias de los sectores medios. Esta fuerza se ve favorecida por el avance neoliberal en la mayor parte de Latinoamérica y la consolidación de gobiernos derechistas de diversos tipos en Europa y EEUU.
La conducción del chavismo, conservando el control político estatal, teje alianzas con fuerzas burguesas emergentes, protoimperialistas, como los estados ruso y chino, así como con el Vaticano (no con la iglesia venezolana), y al mismo tiempo mantiene alianzas más progresivas con los países de la ALBA.
En el contexto de una marcada paridad de fuerzas, el llamado unilateral del gobierno a elegir constituyentes, mitad por medio del sufrago universal, mitad bajo formas denominadas comunalistas, expresa una importante oportunidad para intervenir y acumular fuerzas audazmente desde abajo y a la izquierda.
Asumir la confrontación inmediata con el imperialismo yanqui y sus socios europeos y de la burguesía venezolana es condición para acumular fuerzas en la forma de una creciente autonomía de los sectores populares. Y esta confrontación hoy tiene como eje ineludible a la Constituyente.
Acordamos con las organizaciones políticas y los sectores populares autónomos venezolanos que han decidido intervenir en la Constituyente con el objetivo de reabrir la iniciativa popular autónoma.
Sin duda esta iniciativa popular sólo puede nacer precisamente de los sectores populares, quienes tienen una vinculación contradictoria con el gobierno y la identidad chavista en general. La boliburguesía chavista mantiene el control sobre el gobierno pero con una legitimidad muy debilitada (no más del 20% de la población la evalúa positivamente). La oposición escuálida reúne a quienes la rechazan por derecha, integrada por sectores burgueses y de clase media abiertamente fascistas proimperialistas hasta sectores socialdemócratas. Pero aquella boliburguesía es criticada crecientemente también por los sectores populares, que buscan en muchos casos formas de organización independientes de esa boliburguesía.
Lamentablemente el rechazo “por izquierda” a la boliburguesía se ve dividida ante la Constituyente, entre quienes (aún desde una comprobada militancia popular que ellos denominan “chavista crítica”) plantean abstenerse ante lo que denominan una “Constituyente autoritaria”, si bien sosteniendo su rechazo también al Gobierno de Unidad Nacional de la MUD, y quienes llaman a participar audazmente en la Constituyente haciendo eje en la lucha política dentro de las Comunas.
He aquí un aspecto central del debate emancipador: ¿hasta qué punto se mantiene abierta hoy en Venezuela la posibilidad de que el protagonismo popular sea retomado en las Comunas, en los consejos comunales, en el control obrero en las empresas estatales y privadas, en las organizaciones cooperativas y de autogestión en el campo y la ciudad, en la industria y los servicios, en las fuerzas armadas y los medios de comunicación? ¿Qué fuerzas hay para asumir el desarrollo de la productividad en la petrolera estatal PDVSA, en el control del comercio exterior y del tipo de cambio?
A partir de la muerte de Chávez el espíritu y la práctica comunalista fue perdiendo fuerza tanto en la organización desde abajo, sector por sector, como en las políticas públicas, simbolizado en el desplazamiento del gabinete de los cuadros más afines al legado comunalista que señaló Chávez en el Golpe de Timón y en la frase central “Comuna o Nada” que le encomendara a Maduro (llamado personal que impidió tal vez el copamiento del gobierno por la boliburguesía, pero que aparentemente dejó en una interpelación secundaria a amplios sectores populares en los que la vinculación carismática con Chávez era y sigue siendo decisisiva).
En nuestra visión, enriquecida por relaciones directas con organizaciones venezolanas e internacionales, pero mediada de todas maneras por la distancia, aún hay chances de reabrir la iniciativa popular desde abajo, interviniendo audaz e independientemente en la Constituyente y el nuevo ciclo de luchas que abrirá.
La construcción de una fuerza social revolucionaria, por medio del despliegue de una iniciativa popular que vaya ganando en autonomía, requiere la participación activa de esos mismos sectores populares en la construcción de su propia institucionalidad, independiente del Estado.
Esta es la cuestión central del poder popular, de que los sectores populares construyamos organizaciones democráticas de masas por medio de las cuales ejercer el poder y organizaciones políticas en las cuales trazar perspectivas estratégicas que guíen y faciliten la resolución de los problemas sociales por medio de esas organizaciones democráticas de masas que, cuando empiezan a asumir atribuciones estatales, adquieren características consejistas o soviéticas.
¡A dar la disputa por el poder popular en la Constituyente!
¡A ejercer el poder desde las Comunas y centralizarlo nacionalmente!
ORGANIZACIÓN POLÍTICA LA CALDERA
Julio 2017