En el Código Penal
en Argentina hasta hacer poco tiempo las
agresiones sexuales se encuentran tipificadas en un capítulo titulado como
“delitos contra el honor”, la vulneración separada de la integridad física por
ejemplo en la que se enmarcan las lesiones, es contra el honor. En el caso
español se encuadran en un apartado bajo el nombre de “Delitos contra la
libertad e indemnidad sexuales”, seguramente este nombre en principio se
presenta como superador, al menos no habla del honor o no de una persona
violada, sin embargo es interesante detenernos un momento en la cuestión de la
indemnidad sexual. La palabra indemnidad en el diccionario de la Real Academia a
española remite a indemne y allí se encuentra la siguiente definición: “libre
o exento de daño”. Es decir la defensa, aun cuando se refiere también a la
libertad, repara de manera explícita en aquello que está exento de daño. De
hecho se ha analizado históricamente a nivel doctrinario la afectación del
pudor o incluso la posibilidad de pervertir diferenciada en función de que la
persona atacada haya mantenido o no relaciones sexuales con anterioridad.
Creemos que esta ubicación legal puede servir como pista para pensar algo de la
gravedad que otorga la sociedad a la violación, de algún modo no es una
agresión física más porque atenta contra aquello sagrado, irrecuperable como es
la sexualidad femenina. En este punto nuevamente Despentes:
“Las
pocas veces –a menudo super pedo- que he querido hablar del tema, ¿acaso he
dicho la palabra?. Nunca. Las pocas veces que he intentao contarlo, he
esquivado la palabra <<violación>>: <<una agresión>>,
<<un lío>>, <<un agarrón>>, <<una mierda>>,
whatever… Mientrás no lleva su nombre la agresión pierde su
especificidad, puede confundirse con otras agresiones, como que te roben, que
te pille la policía, que te arresten o que te peguen una paliza. Esta
estrategia de miopía resulta útil. Porque, desde el momento en que se llama a
una violación, violación, todo el dispositivo de vigilancia de las
mujeres se pone en marcha: ¿qué es lo que quieres?, ¿Qué todo el mundo te vea
como a una mujer a la que eso le ha sucedido? Y de todos modos, ¿cómo es
posible que hayas sobrevivido sin ser realmente una puta rematada? Una mujer
que respeta su dignidad hubiera preferido que la mataran. Mi supervivencia, en
sí misma, es una prueba que habla contra mí. El hecho de tener más miedo a la
posibilidad de que te maten que a quedar traumatizada por los golpes de pelvis
de tres cabrones, parecía algo monstruoso: yo nunca he oído hablar del tema, en
ninguna parte. Gracias a mi condición de punki practicante podía vivir sin mi
pureza de mujer decente. Porque es necesario quedar traumatizada después de una
violación, hay una serie de marcas visibles que deben ser respetadas: tener
miedo a los hombres, a la noche, a la autonomía, que no te gusten ni el sexo ni
las bromas. Te lo repiten de todas las maneras posibles: es grave, es un
crimen, los hombres que te aman, si se enteran, se van a volver loco de dolor y
de rabia (la violación es también un diálogo privado a través del cual un
hombre declara a los otros hombres “yo me follo a vuestras mujeres a lo
bestia”) (Despentes, 2007: 35)
La
autora habla explícitamente del carácter específico de la violación, el que
puede invisibilizarse cuando es silenciado, incluso puede entenderse como una
agresión a otros hombres. Una marca, un sufrimiento en el sentido más estricto
del término, como portar una carga (de sub debajo y ferre llevar
o carga, estar debajo de algo que se porta), que acompaña a quienes la han
sufrido con un mandato de forma respecto de cómo llevarla, pero que también
acompaña a modo de amenaza o de precaución a quienes son potenciales víctimas
aun cuando no hayan sido violadas.
Continuar Aquí Que salir de noche no sea un acto de Valentia.