Autonomía en las decisiones, soberanía en el ejercicio del poder político
El debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo entra en la recta final con una resolución inconclusa. Desde operaciones de prensa de los antiderechos hasta una aplicación que invita a hablarle directamente a diputados y diputadas para que voten a favor, todo es posible ante un debate que logró irrumpir a paso firme desde las calles y poner en agenda un tema urgente y necesario.
Habrá tiempo para balances cuando todo esto termine. Sin embargo hay un tema fundamental que dejó al descubierto la marea verde que es el del poder que exigen las personas gestante y las mujeres de decidir sobre su cuerpo.
Es que además, muchas les pusieron palabras a aquellos malestares, disgustos e incomodidades que mujeres, lesbiana, travestis y trans numerosas veces sentimos. Eso que callamos, que nos hizo llorar que pocas veces contamos, hoy tiene palabras. Es el reconocimiento de que aquello que siempre pensamos como individual es en realidad más común de lo que parece, que por eso nos hermana. También aparecen nuevos interrogantes, que siempre estuvieron ahí pero por no saber decir nunca los nombramos. Eso que llaman sororidad, solidaridad o camaradería es lo que este debate construye a base de desear y saber que es posible decidir sobre nuestros cuerpos.
A diferencia de otros derechos conquistados, que suelen ser resultados de las luchas en ocasiones contradictorias. En el caso del derecho al aborto, es algo indiscutible que este debate se está teniendo no por la apertura que hizo el gobierno de turno, sino que es inevitable la referencia al movimiento de mujeres como constructoras del debate. Tanto es así que no debemos confiar en el estado que dice abrir un debate pero por atrás desfinancia los programas de salud sexual y reproductiva que garantizarían un mejor acceso a salud para todas las mujeres, lesbianas, trans y travestis. Si el proyecto de la campaña finalmente termina siendo legalizado, es preciso no bajar la guardia y seguir con firmeza el cumplimiento de las decisiones que el movimiento ya tomó como propias.
“Pensar el ejercicio del aborto como un acto de autoafirmación de la propia autonomía” dice una compañera, que ve en el pañuelo verde un símbolo que genera complicidades, muchas poco visibles como las del movimiento de la campaña con las trabajadoras y trabajadores para poder hacer efectivo el ejercicio del derecho a decidir, en un ámbito en donde se procure el cuidado y la contención.
Con el desarrollo de estas semanas de activismo y encuentros el debate fue una escuela de auto-organización en feminismo, o mejor dicho en los feminismos. Más aún, es una escuela a cielo abierto de organización horizontal y política. La transversalidad ganada y el nivel de efectividad para construir intervenciones callejeras, mediáticas y políticas es una clara muestra de la fuerza y potencia que tiene el movimiento feminista, de mujeres y disidencias en Argentina. Que no existirían si no fuera por los Encuentros de Mujeres que desde hace 33 años y 13 en particular vienen gritando y construyendo el camino para la legalización del aborto.
Esta lucha se volvió urgente, y es sólo el nuevo comienzo de una historia que nuestras hermanas comenzaron a caminar hace siglos. Que necesita de todas las fuerzas posibles que nos permitan reconstruir y reforzar la lucha contra el patriarcado y el capitalismo. Porque para que algo nuevo crezca los cambios tienen que ser desde abajo y a la izquierda.